“El peor escenario del que tengamos recuerdo”: fuerte advertencia de los cardiólogos sobre el “dramático estado” de la especialidad
Apuntaron a la migración de médicos hacia otros países, la deserción en las residencias, los bajos ingresos y las deficiencias estructurales de las condiciones laborales y el financiamiento.
La entidad que representa a los cardiólogos advirtió públicamente ayer a la tarde sobre el “dramático estado” en el que los profesionales están trabajando en el país. Perciben, según se indicó, que su trabajo –el acto médico– está devaluado.
“Estamos transitando el peor escenario del que tengamos recuerdo alguno: aun en la crisis de 2001, contábamos con personal médico numeroso, especialistas capacitados e instituciones viables. Todo eso se fue deteriorando y, hoy, no lo tenemos”, sostuvo Pablo Stutzbach, presidente electo de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC). ¿Por qué? Por una sucesión de “políticas erráticas y sin horizonte”, acotó Víctor Mauro, presidente de la SAC, a la pregunta de LA NACIÓN.
En conferencia de prensa en la sede de la entidad, señaló que la situación es tan apremiante a partir de los resultados de una encuesta entre sus miembros que esta semana, durante el 50° Congreso Argentino de Cardiología, dedicarán dos horas a un debate en el que se cruzarán autoridades de Salud, financiadores y prestadores. Será este miércoles y plantearán problemas que van desde cómo se financia y gestiona el sistema hasta los honorarios, las condiciones en las que se está trabajando en la prevención y el tratamiento de la enfermedad cardiovascular y el valor que se le está dando a la formación profesional, la calidad de la atención y la seguridad de los pacientes.
“El 60% de los cardiólogos de una edad promedio de 47 años y una media de 12 años de formación está dispuesto a emigrar si consigue una oferta laboral interesante en el exterior. Esa proporción crece al 80% entre los médicos que están haciendo la residencia”, dijo Mauro. “Incluso, tres de cada 10 cardiólogos pensaron en dejar la medicina”, continuó.
Los datos surgen de una encuesta hecha en abril pasado a una muestra de 1475 cardiólogos representativa de más de 6000 socios. La mayoría (85%) manifestó haber perdido capacidad de sostener el nivel de formación y actualización profesional por “limitaciones económicas”: en aquel momento, el 41% declaró retener un ingreso de bolsillo de entre $400.000 y $1,5 millones. “Prácticamente la mitad de los cardiólogos están en un nivel socioeconómico de clase baja superior o clase media baja”, ya había dicho Mauro hace un mes al mostrar los datos.
Desde entonces, los honorarios “mejoraron un poco”, en gran parte por el acuerdo entre sociedades y asociaciones profesionales en fijar un honorario ético mínimo. Sin embargo, aun no terminan de actualizarse, según explicó.
Tras repasar los resultados, las autoridades de la SAC atribuyeron esa caída sostenida a un gasto en salud por reordenar y actualizar. Fue, según explicaron, a costa de que los financiadores del sistema de salud asumieron costos “cada vez más altos” de la atención de las enfermedades cardiovasculares en una población con mayor expectativa de vida que hace décadas.
“Hoy se detectan y tratan muchas enfermedades que antes no se diagnosticaban y no tenían tratamiento, pero esto tiene un costo económico que desborda al sistema y la variable de ajuste terminan siendo los cardiólogos y sus salarios”, expresó Stutzbach. En esa línea, para Mauro, “los aumentos de la inversión no les están llegando a los profesionales ni al recurso humano y vemos cómo eso atenta contra la posibilidad de formación individual y de los equipos, como así también contra la calidad de la atención”.
Pérdida de interés
Otro punto que abordaron durante la conferencia de prensa fue la preocupación por la pérdida de interés que observan en los médicos jóvenes por la residencia, junto con lo que definieron como una “caída en el perfil global académico” de los profesionales que se inscriben a los concursos de ingreso.
Como viene publicando LA NACIÓN, con cada vez más voces que reclaman que la residencia sea obligatoria para poder ejercer, se mantienen las dificultades para completar los cupos ofrecidos cada año, sobre todo en los centros privados especializados. En el sector público, en tanto, está siendo más alta la deserción una vez iniciada la residencia, según mencionó Sergio Baratta, vicepresidente 1° de la SAC.
“Sabemos fehacientemente que la calidad de la formación muestra un deterioro significativo –agregó Stutzbach–. Antes, quedar afuera [de la residencia] era jugar en otra división, no en primera. Pero eso, hoy, ya no ocurre. Como la medicina, en general, es una profesión muy exigente en la formación y actualización permanente, buscan caminos más cortos o cómodos.”
En paralelo, se está dando una migración de profesionales formados en el país, ya sea porque regresan a sus países o, en el caso de los argentinos, porque buscan mejores mercados laborales, más estables y mejor pagos. “Se van los mejores. Es una sangría que afecta al sistema y pone en peligro a la cardiología”, coincidieron las autoridades de la SAC.
“Es necesario trabajar más en mejorar un sistema de salud desigual y cuidar recursos humanos cada vez más deteriorados”, había dicho Mauro el mes pasado en el auditorio del Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI) al referirse con sus colegas a la crisis que atraviesa la práctica profesional. Casi un 60% de los cardiólogos, de hecho, considera que la sobrecarga de trabajo puede afectar la calidad de la atención a sus pacientes.
“¡Queremos que nos escuchen, pero apenas nos oyen en este momento!”, planteó Mauro en la reunión del CACI dos semanas después del “apagón de monitores”, un paro simbólico por 48 horas con la que especialistas en hemodinamia y cardiología intervencionista buscaron exponer la pérdida de valor de los honorarios.
En ese encuentro del mes pasado, a propósito de conmemorarse el Día Internacional de la Cardiología Intervencionista, también el CACI y la Federación Argentina de Cardiología (FAC) presentaron sus encuestas. Los datos relevaron, como en el trabajo de la SAC, un alto porcentaje de burnout, honorarios por debajo de la demanda laboral y el nivel de formación, escaso tiempo libre y familiar, falta de oferta de perfeccionamiento en las instituciones y alta percepción de corrupción en el sistema de salud y baja confianza en que la crisis que atraviesa vaya a cambiar, según se presentó el 16 de septiembre en el auditorio del CACI, ubicado a metros de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
En la SAC, insistieron en que “el gran problema” del sistema de salud es que “no se puso como foco el paciente, cómo le va y la calidad de la atención que recibe”.
Por Fabiola Czubaj - La Nación
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