Opinión Alejandro Rojo Vivot - Escritor 11/03/2022

CARTAS ORGÁNICAS: CON INVOLUCRARNOS AVANZAMOS MUCHO

La participación ciudadana es clave para tener mas democracia y que esta sea de mejor calidad y así mejorar la vida de la mayoría de los ciudadanos, sino lamentablemente la corrupción y el autoritarismo avanza y eso tenemos peores sociedades. Por Alejandro Rojo Vivot - Escritor.

FOTO: ARV. URNA ELECTORAL. ARGENTINA, 1930

“Hace mucha falta que se repita a diario lo que a diario, de puro sabido, se olvida”.

 Miguel de Unamuno (1864-1936)

Al concebir a la sociedad como una riquísima y compleja diversidad, donde todos sus miembros, en igualdad de condiciones, pueden participar en los asuntos públicos estamos perfilando una comunidad humana donde se encuentran las condiciones culturales para el desarrollo sustentable.

En ese sentido recordemos lo expresado por el Premio Nobel de Economía (1998), Amartya Sen: “dado que la libertad se refiere tanto a los procesos de toma de decisiones como a las oportunidades para lograr resultados valorados, no podemos limitarnos a interesarnos sólo por los resultados, como el aumento de la producción o de la renta o la generación de un elevado consumo (u otras variables con las que está relacionado el concepto de crecimiento económico). Algunos procesos como la participación en las decisiones políticas y la elección social no pueden considerarse –en el mejor de los casos- como medios para lograr el desarrollo (por ejemplo, como medios que contribuyen al crecimiento económico), sino que deben considerarse como partes constitutivas de los fines mismos del desarrollo.

La segunda causa de la diferencia entre ‘desarrollo como libertad’ y las perspectivas más convencionales del desarrollo está relacionada con los contrastes existentes dentro del propio aspecto de las oportunidades, más que con el aspecto de los procesos. En la perspectiva del desarrollo como libertad tenemos que examinar –además de las libertades implícitas en los procesos políticos, sociales y económicos- el grado en que los individuos tienen la oportunidad de lograr resultados que valoran y que tienen razones para valorar”. [1]

SESGOS ANÓMALOS

El frecuente desentenderse y la creciente delegación en unos pocos de los asuntos comunes, al menos, han contribuido a mayores niveles de corrupción, concentración de poder, formas de gobierno autoritarias proclives al clientelismo político, influencia partidaria en la independencia de la administración de justicia, menoscabo de las minorías, poca transparencia en el manejo de los asuntos públicos y otras tantas aberrantes prácticas que denigran a la condición humana.

Es bien sabido que en las tiranías, cualquiera sea su signo ideológico y su nivel de populismo, los derechos humanos pocas veces pueden ser ejercidos plenamente por la población, sobre todo por quienes están más lejos del poder en cualquiera de sus instancias. En los sistemas democráticos donde, de alguna manera, la corrupción se ha filtrado certeramente, la administración de la justicia es fundamental; si ésta ha caído, aunque sea parcialmente, en prácticas venables es síntoma palpable de la gravedad de la situación y que la desprotección cívica de la población es mayúscula, sobre todo de los más débiles.

Las cartas orgánicas, sobre todo las elaboradas participativamente, redactas con precisión e innovación, son parte principal de los recursos ciudadanos para involucrase activamente en asuntos locales vitales como la protección ambiental, la transparencia, la administración ecuánimes de los recursos de todos, etcétera.

UNA FICCIÓN MUY REAL

Carlo Collodi, en 1881, nos relató magistralmente con respecto a lo que sucedió en Cazachitrulos: “Desesperado, volvió corriendo a la ciudad y fue directamente a los tribunales para denunciar ante el juez a los sinvergüenzas que le habían robado.

El juez era un enorme mono de la raza de los gorilas. Un viejo mono respetable por su larga edad, por su barba blanca, y especialmente por sus lentes de oro, sin cristales, que tenía que usar en forma permanente por una enfermedad de la vista que padecía desde hacía muchos años.

Pinocho contó con pelos y señales el fraude del que había sido víctima. Dijo los nombres, apellidos y señas particulares de los tramposos, y terminó pidiendo justicia.

El juez lo escuchó con gran benevolencia. Cuando el muñeco no tuvo nada más que decir, el juez alargó el brazo e hizo sonar una campanilla.

Ante ese llamado se presentaron dos mastines vestidos de gendarmes.

El juez les dijo, señalando a Pinocho:

-A este pobre diablo le robaron cuatro monedas de oro. Deténgalo y métanlo en la cárcel.

Al oír la sentencia el muñeco se quedó con la boca abierta. Quiso protestar, pero para no andar perdiendo tiempo los gendarmes le taparon la boca y se lo llevaron al calabozo.

Y allí estuvo durante cuatro meses. Cuatro larguísimos meses”. [2]

Entonces, la sociedad civil involucrándose activamente a través de los más diversos y ricos mecanismos e institutos como el acceso a la información de los actos de gobierno, posibilidad de realizar iniciativas legislativas y revocatoria de mandatos, decidir en las cuestiones de injerencia directa, general y difusa a través de los presupuestos participativos, elección pública y con métodos objetivos de todo quien se desempeñe en la administración pública inclusive el personal judicial hasta el máximo nivel de los tribunales superiores, etcétera, es la respuesta propia de una comunidad donde la libertad y la responsabilidad son valores culturales predominantes.

Asimismo, la diversidad propia de todo hombre y mujer, confluyendo en sinergias, consensos, acuerdos y alianzas, donde todos crecen, construyen el entramado social donde se sustentan las condiciones culturales para el desarrollo sustentable.

En democracia, a cada acto de corrupción y autoritarismo es necesaria más democracia, democracia de creciente calidad, calidad que se logra con la participación ciudadana. El resto se dará por añadidura.


 
[1] Sen, Amartya. Desarrollo y libertad. Planeta. Página 348. Barcelona, España. 2000.
[2] Collodi, Carlo. Las aventuras de Pinocho. Editorial Colihue. Páginas 84,85 y 86. Buenos Aires, Argentina. Julio de 1999.

Por Alejandro Rojo Vivot - Escritor

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