Diego Roa: De los Niños Azules a El Colón, un Santacruceño que Conquista el Arte
El mundo del arte urbano, la ilustración y la docencia se entrelazan en la vida de Diego Roa, un artista santacruceño que, con sus icónicos "niños azules", ha trascendido fronteras y se ha posicionado como un referente en la escena artística contemporánea argentina. Desde sus inicios dibujando cómics en Río Gallegos hasta exponer en el prestigioso Teatro Colón, su trayectoria es un testimonio de pasión, constancia y una curiosidad insaciable. Diego hizo un repaso para ENTRAMANDO por FM Dimensión.
Los Niños Azules: de un ensayo al mundo, un viaje inesperado
La historia de los "niños azules" de Diego Roa es, en esencia, la historia de un juego. Desde su infancia en Río Gallegos, Diego se la pasaba dibujando personajes. Esa pasión lo llevó a estudiar Arquitectura en Buenos Aires en 2002, donde el contacto con el mundo del diseño gráfico y el arte callejero encendió una nueva chispa. Fue allí donde el "bichito" de pintar en las paredes comenzó a picarle.
La génesis de sus características figuras azules surgió de un desafío: ¿cómo crear algo en uno o dos colores, de forma rápida y a mano alzada? La respuesta llegó a través de la experimentación con el color azul, una constante en sus bocetos desde sus años de estudiante. La combinación de ese azul eléctrico con superficies anaranjadas (como los tachos de basura porteños que solía intervenir) generaba un contraste vibrante que "gritaba" y atraía la mirada.
Al principio, sus "niños azules" eran un ejercicio diario, una forma de cumplir con la tarea de dibujar todos los días que le había impuesto un profesor. Sin embargo, lo que comenzó como un pasatiempo anónimo, sin firma, rápidamente capturó la atención del público. La gente comenzó a verlos por toda Buenos Aires y se preguntaba quién era el artista detrás de esas enigmáticas figuras. La viralización de sus obras fue tal que incluso el director de la revista Rolling Stone de Argentina lanzó una búsqueda en Facebook para dar con él, generando todo tipo de teorías sobre el misterioso artista.
"Esto era un juego para mí, yo no estaba buscando eso, me buscaron, me encontraron", explica Diego. La anécdota de cómo los recolectores de basura, sin saberlo, se convirtieron en un sistema de distribución para sus obras, llevando tachos pintados de Recoleta a barrios lejanos, es un ejemplo de cómo el arte de Diego encontró su propio camino, desafiando las convenciones. Para él, su arte sigue siendo un juego, una práctica diaria que le permite explorar y crecer, incluso cuando se ha convertido en su principal sustento.
Del Graffiti a El Colón: Del Corazón de la Calle al Escenario Más Grande
La evolución de Diego Roa lo ha llevado de las calles a escenarios impensables. Su más reciente hito es la exposición de una de sus obras en el hall del Teatro Colón, en el marco de una ópera que se estrena por primera vez en Argentina. La convocatoria para participar en los 200 años del Teatro Colón fue un reflejo del deseo de la institución de abrirse al arte contemporáneo y visibilizar a artistas en pleno auge.
La experiencia con el Colón fue reveladora. Tras una curaduría que seleccionó a 12 artistas argentinos para crear afiches de ballets y óperas, Diego se sumergió en el universo de la obra que le fue asignada. A pesar de no ser un asiduo a la ópera, la intensidad y la música de la pieza lo atraparon, generándole "escalofríos". Fue en Río Gallegos y El Chaltén, lugares que Diego considera esenciales para recargar energías, donde comenzó a trabajar en los bocetos.
El proceso fue orgánico y rápido. Diego transformó una foto de un barco del 1700 (época en la que transcurre la ópera) en una imagen de alto contraste con intensos azules y colores flúor. La reacción del director de óperas del Colón y del director de la ópera en sí, al ver su boceto, fue de absoluto asombro. "Me dejaste sin palabras, esta es la obra", le dijeron, pidiéndole que no le tocara nada. Ese reconocimiento instantáneo validó su visión y su proceso creativo.
Para la obra final, que mide 1.80 metros, Diego se arriesgó a salir de su zona de confort, experimentando con tintas y pigmentos en polvo, y utilizando herramientas poco convencionales como sopletes para automóviles. "Es lo que me gustó", afirma, destacando que su próxima exposición en Río Gallegos, en noviembre, tendrá como premisa principal precisamente esa búsqueda de salir de lo establecido.
Un Artista Santacruceño con Raíces Fuertes
A pesar de su proyección internacional, Diego Roa se define como un artista santacruceño de corazón. Cada año, regresa a Santa Cruz, especialmente a El Chaltén, su "lugar favorito en el mundo", para recargar energías. Río Gallegos, donde se crio, también ocupa un lugar especial en sus sueños, siendo el escenario recurrente de sus experiencias oníricas. Para él, Santa Cruz representa el hogar, un refugio al que siempre vuelve.
Diego reflexiona sobre cómo el aislamiento y el frío de la Patagonia, que lo impulsaron a dibujar y a buscar información en libros y revistas, paradójicamente, le jugaron a favor en su desarrollo artístico. Esa "búsqueda difícil" le permitió forjar una identidad y un estilo propios que, quizás, no hubiese encontrado si hubiera crecido en un entorno con mayor acceso a la información.
Desde las calles de una pequeña ciudad patagónica hasta los escenarios más prestigiosos del mundo, la trayectoria de Diego Roa es un claro ejemplo del poder de la pasión y la autenticidad en el arte. Con una carrera consolidada que abarca la docencia en la UBA y la creación de murales y exposiciones en Estados Unidos, Francia y España, Roa ha dejado una huella imborrable. Y, a pesar de que su arte conserva la esencia del juego, su impacto es innegable y cada vez mayor.
Lo que se viene: Salir de la zona de confort:
En el vibrante universo del arte, hay creaciones que trascienden el lienzo o la escultura para adquirir una vida propia. Tal es el caso de los "Niños Azules" de Diego Roa, personajes icónicos que, según pudimos conversar con el artista, "ya caminan solos" y "tienen vida propia". Roa, quien no deja de sorprender con su capacidad para explorar nuevos horizontes creativos, nos invita a sumergirnos en esos "muchos mundos que debe tener ahí adentro suyo".
Durante nuestra charla, el artista compartió una anécdota reveladora: al ver una de sus obras, un espectador exclamó frente al cuadro: "¡Ahora habla!". Una muestra clara del poder de sus creaciones para comunicar y conectar. Para Roa, darle una vida propia a sus obras es un pilar fundamental.
Los "Niños Azules" han recorrido un largo camino. Nacidos del ingenio de Diego Roa, han transitado desde las calles hasta los museos, volando "un montón" y dejando su huella. Es como si el público estuviera "esperando el nuevo disco de la banda", una metáfora que encapsula la expectativa y el cariño que genera su trabajo.
Un Homenaje a los Orígenes y Nuevas Exploraciones
Con la emoción de una próxima muestra en el Complejo Cultural de Río Gallegos, la charla tomó un tinte especial. La elección de esta ciudad no es casualidad; para Roa, es "como un hogar que quedó ahí", siempre presente. Esta exposición no es solo una muestra, sino una "exploración que viene", un nuevo capítulo en su prolífica carrera. La expectativa por ver estas nuevas propuestas es palpable, y no dudamos en afirmar que "allí estaremos" para acompañar este nuevo despliegue artístico.
Con profundo agradecimiento nos despedimos, convencidos de que su recorrido artístico seguirá resonando y generando un impacto creciente. Su autenticidad y pasión son, sin duda, el motor de un arte que, aunque para él sea un juego, trasciende fronteras y crea mundos que perduran.
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