Cada vez mas demandado, por el crecimiento del comercio y la demanda como producto típico, el calafate es un fruto que no se cultiva, sino que se recolecta.

En esta época salen personas, inclusive familias enteras, a buscar el fruto silvestre en cañadones, a la vera de arroyos, en la estepa. Recolectan los frutos en baldes y luego los venden para la producción de dulces, licores o helados, entre otros usos.  De esta manera obtienen un dinero extra, ya que es muy demandado.

Pero ¿quién controla esta actividad? La respuesta es absolutamente nadie. El problema es la practica negligente y dañina de la recolección. La apalean violentamente para que los frutos caigan y así evitan pincharse con sus espinas.  

El calafate florece en la ramita de crecimiento de la temporada anterior, Necesita pasar al menos un invierno para dar flor y fruto. Si la planta es garroteada, esa ramita se rompe y no habrá floración al año siguiente. Por lo tanto esta práctica violenta dala el ciclo de la planta y perjudica la propia producción de la cual el recolector se beneficia.

Debería existir un control a la actividad de un arbusto que es tan representativo que hasta nuestra ciudad adoptó su nombre. Debería ser un producto identitario y una especie de aprovechamiento controlado. Los colectores tendrían que ser capacitados e instruidos en el manejo de la planta y su actividad registrada formalmente. Hoy nada de eso ocurre.

Algunas buenas prácticas

·        Recolectar a mano, sin herramientas. El uso de herramientas pueden dañar a la planta y reducir la calidad del producto al arrancar frutos verdes, hojas y espinas.

·        Recolectar el fruto en el momento óptimo de la madurez. Para mejorar la calidad del producto y el cuidado de la planta, no sacar frutos verdes que no se desprendan fácilmente

·        Evitar la recolección de todos los frutos del arbusto, dejando las ramas más altas para que los pájaros puedan comer y diseminar la semilla.