CARTAS ORGÁNICAS: EL CIUDADANO TIENE LA PALABRA
En algún momento de nuestra historia la palabra era un documento como escrito, en la actualidad hay que prepararse, capacitarse para usar la palabra en público pero no es imposible, con practica y distintas técnicas cualquier ciudadano puede hacerlo. Por Alejandro Rojo Vivot - Escritor.
"El lenguaje es el vestido de los pensamientos”.
Samuel Johnson (1709-1784)
El dicho popular a las palabras se las lleva el viento, dando crédito únicamente a lo plasmado por escrito cuando, en realidad, ni una ni la otra es garantía excluyente de cumplimiento ni de responsabilidad con respecto a lo sostenido; los ejemplos son muchos en ambos sentidos pero, siempre, la honorabilidad de los involucrados contribuye decididamente en uno u otro sentido.
Valgan de ejemplos las promesas electorales…
LA CONSECUENCIA DIRECTA
Las ciudades que cuentan con cartas orgánicas y las que podrían iniciar los respectivos procesos locales para lograr la autonomía plena establecida constitucionalmente, tienen magníficas oportunidades para enriquecerse mediante la participación de los vecinos.
El involucramiento significa también expresarse en público por lo que es necesario estar capacitado en tal sentido.
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Recordemos ciertos discursos de altas autoridades que afirman mentiras, dislates, imprecisiones y falacias como escritos que hacen otro tanto y que enarbolan como única excusa cuando son puestos en evidencia que se trató de un error involuntario, volviendo a emplear un concepto anodino ya que, por definición, en el fallo no interviene la intención de concretarlo.
Así mismo, son frecuentes los chapuceros que denotan una gran irresponsabilidad en algunas de sus afirmaciones que, más graves son, cuando se presentan con pomposidad desmedida. De lo prosaico difícilmente se vuelva pues se ingresó de lleno en el ridículo.
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El expositor debe lograr hacer foco en su cometido, administrando el tiempo asignado, respetando el tema convocante, sabiendo que las controversias planteadas por algunos de los presentes pueden ser muy interesantes pero, casi con seguridad, desviarán a muchos de los que se hicieron presentes para escuchar únicamente al expositor y luego construir sus propias conclusiones. Insistimos, de preverse un gran debate es conveniente incluirlo en la organización y convocatoria, que se lo puede desarrollar antes de finalizar la sesión. La expresión coloquial es ir al grano con reminiscencias de las labores de trillar durante la cosecha; también andarse con florituras que tiene su origen en el canto cuando el intérprete agrega notas al original creyendo que se puede lucir más aunque esté distorsionando el acto creativo del compositor.
Durante la exposición, a las ideas y las peculiaridades principales a desarrollar, se las puede tener anotadas bien visible en un papel ubicado de tal manera que fácilmente lo miremos cuantas veces sea necesario; cada vez es una nueva oportunidad donde casi todo está en juego, por eso es oportuno recordar lo expresado por el escritor británico Joseph Rudyard Kipling (1865-1936): “El éxito y el fracaso son dos impostores, trátolos simpre con la misma indiferencia”.
POR OTRO LADO
Cabe recordar que, con cierta frecuencia, algunas personas aún con altos cargos de responsabilidad reiteran, con exacerbado personalismo, sus intervenciones públicas casi diarias sin que sean siempre motivo de anuncios relevantes, generando así un sostenido descrédito de sí mismas salvo para sus grupos acríticos de seguidores, mientras que otras lo hacen únicamente en determinadas fechas tradicionales o ante circunstancias de interés general, gravedad institucional, acontecimientos que han impactado fuertemente a la población, etcétera, como los crímenes raciales, acuerdos de paz, etcétera; por caso, las bendiciones papales a la ciudad de Roma y al mundo (Urbi et Orbi) que se realizan todos los años: el domingo de Pascua y en Navidad, como el día que es anunciado un nuevo pontificado.
A veces, como si buscaran más un efecto que transmitir un contenido generan debates que al poco tiempo se agotan en sí mismos, mientras otras cuestiones se diluyen en la cantidad de declaraciones efectuadas.
Cada uno decide qué oír y qué escuchar, como qué decir y la manera de hacerlo.
ES CLAVE
La voz humana se caracteriza también por su tono: grave, agudo, siendo el timbre lo propio que define al que la propala junto con su temperamento que es inherente a cada individuo y su personalidad que se va construyendo con una cierta estabilidad.
Según los contextos culturales, los distintos tipos de timbres pueden tener mayor o menos aceptación hasta, algunos, pueden ser como caracteres secundarios de los géneros, ocupaciones, etcétera: voz masculina, parece una locutora, voz de pito, etcétera; cada cultura posee sus propias peculiaridades como las modas y sus influencias.
Las diferentes regiones y grupos sociales intervienen en la conformación de acentos fonéticos que, muchas veces, inciden en mucho en perfilar a la voz humana, sirviendo frecuentemente para identificar el origen nativo de quien se expresa; asiduamente está tan arraigado que es difícil de modificar aún luego de que hayan pasado muchos años interactuando con personas radicalmente distintas en cuanto a lo que aquí nos ocupa: sigue hablando como los porteños aunque desde chico vive en Córdoba, su inglés es bien de Oxford, me pareció que era francés pero resultó ser belga, etcétera.
La fuerza de la voz humana está estrechamente relacionada con cuestiones físicas, a veces resulta primordial para llegar a todo el auditorio o será necesario recurrir a elementos electrónicos que la complementen adecuadamente.
En los casos que la exposición sea grabada habrá siempre que emplear un micrófono dispuesto específicamente, salvo que la tecnología puesta a disposición permita captar el sonido ambiente.
Si se incluyen preguntas por parte del público también se debe recordar lo antedicho para que se registren correctamente. Cuando sea oportuno es conveniente que quien va a contestar repita la pregunta lo que le permitirá constatar que la escuchó correctamente y que otro tanto ha sucedido con el auditorio.
Si todos los participantes no pueden escuchar será una falacia el acto de la exposición en público; es decir algo que aparenta ser pero que no lo es. A veces los niños juegan con gran realismo a representar, por ejemplo, que son médicos aunque todos saben que es una parodia.
Si alguien del público no escucha adecuadamente o, por caso, no ve con precisión lo proyectado lo debe hacer saber por dignidad propia y de quien está hablando.
NOTA
Alejandro Rojo Vivot, invitado por organismos internacionales, en varias oportunidades en El Salvador, Centro América, brindó capacitación y entrenamiento referidos a hablar en público, a mujeres rurales analfabetas.
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