Deportes Gastón Saiz - La Nación Deportes 08/08/2021

Eulalio Muñoz: el patagónico que hizo historia en la maratón después de medio siglo y quebró una nueva marca en el olimpismo nacional

El atleta de Esquel marcó un tiempo 2h16m35s y se ubicó en el puesto 31°, la mejor marca de todos los tiempos en unos Juegos Olímpicos para un argentino; Eliud Kipchoge logró su segundo oro olímpico consecutivo

Eulalio Muñoz de Argentina, corre en el pelotón con Filex Chemongesi (Uganda), Jacob Riley (EE.UU.) y Adbi Hakin Ulad

La única alternativa es correr desde atrás a un mito. Ver a lo lejos cómo se escapa un dios del atletismo como el keniata Eliud Kipchoge, que a sus 36 años obtuvo su segundo oro olímpico consecutivo en maratón. Su marca en Tokio 2020 no fue revolucionaria (2h8m38s), pero al Filósofo de Kaptagat le alcanzó para imponerse de manera aplastante, con 1m20s de ventaja sobre el neerlandés Nageeye (plata) y 1m22s ante el belga Bashir Abdi. Y al mismo tiempo, el chubutense Eulalio “Coco” Muñoz demostró con su zancada patagónica la manera en que se agrega una página al libro de nuestra historia: con un tiempo de 2h16m35s se ubicó en el puesto 31°, la mejor posición masculina del último medio siglo y la marca más trascendental de todos los tiempos en unos Juegos Olímpicos para un argentino. En tanto, Joaquín Arbe finalizó 53°, con 2h21m15s.

El legado de la maratón argentina en los Juegos Olímpicos ostenta dos campeones (Juan Carlos Zabala en Los Ángeles 1932 y Delfo Cabrera en Londres 1948) y un subcampeón (Reinaldo Gorno, en Helsinki 1952). Casi setenta años más tarde, con el continente africano dominando la distancia, nuestros mejores resultados se remontaban al conseguido por Miguel Barzola en Londres 2012: 35º. Por ese entonces, la mejor ubicación masculina del último medio siglo. Ahora, Muñoz se convierte en la nueva referencia.

Llegar, el único gran objetivo

En una mañana japonesa con casi 30 grados de temperatura y un porcentaje de humedad superior al 70%, todo estaba dado para que cruzar la línea de llegada fuera el mayor mérito. Sin embargo “Coco”, no miró el termómetro, ni el pronóstico, ni a sus rivales y salió a correr muy cercano a sus mejores marcas, a un ritmo que lo llevaría a marcar 2h12m. Es decir: con ese inicio sería lógico pensar que se encaminaba al desastre, dadas las duras condiciones. Más cauto fue el otro chubutense, Joaquín Arbe, que cruzó la mitad de la competencia en 1h07m05s y proyectaba 2h14m, un registro más lógico. Un rato antes, Muñoz había cruzado el meridiano de la prueba en 1h05m57s. Faltaba media carrera para ver quién acertaba el planteo.

Mientras tanto, todo el pelotón de punta miraba de reojo a Kipchoge, el astro que corría junto a ellos. Campeón olímpico en Río 2016, récord de mundo (2h01m39s), ganador de 12 de las 14 maratones que corrió, mostraba qué nueva hazaña estaría dispuesto a concretar en su gran prueba número 15. Hasta el kilómetro 25 fue corriendo junto al compacto grupo principal donde iban arriba de 20 atletas, siendo uno más, pero de repente llevó sus zancadas a otro nivel y formó una tensa fila india con quienes apenas podían imitar su velocidad.

Volviendo a los argentinos, Arbe, a partir del parcial del 25 empezaba a sentir la densa humedad japonesa y a extrañar el seco frío de su Esquel natal. El ritmo se iba tornando un poco más lento, aunque no era la excepción sino la norma, oscilaba cerca del puesto 60 y no perdía posiciones en la carrera; todos los demás también venían sufriendo. Paralelamente, Muñoz llegaba al kilómetro 35 en el puesto 29° y seguía pasando atletas, mantenía el ritmo inicial y mostraba que una locura hubiera sido no arriesgar con el estado de forma que tenía.

Mientras tanto, Kipchoge decidió al cruzar el kilómetro 31 que ya era momento de estar solo y se apalancó con su paso de gacela en solitario. Dejó claro que sería el primer keniata en la historia en repetir la victoria olímpica en maratón, imitando al legendario etíope Abebe Bikila, que luego de triunfar en los Juegos de Roma 1960 (descalzo), repetiría en Tokio 1964 (esta vez con zapatillas). También, el alemán Waldemar Cierpinski había triunfado consecutivamente en Montreal 1976 y Moscú 1980. Eliud solo pararía sus zancadas y el reloj en 2h08m38s, para colgarse del cuello la medalla de oro, otra vez.

A todo esto seguía la lucha de Muñoz, que cruzaba el kilómetro 40 en el puesto 27 y veía demasiado cerca la gloria. Los miles de kilómetros entrenados entre el frío y la nieve de Esquel, las sesiones de yoga a las que iba sin ganas, el arroz blanco que ya estaba un poco cansado de comer... Todo eso quedaba atrás, adelante el arco de llegada. Pero en esos últimos dos kilómetros sus piernas dijeron basta. Los metros finales fueron un suplicio y demoró dos minutos más de los esperado, un tramo donde lo superaron cuatro atletas y en el que demostró que no solo corría fuerte cuando sus piernas iban ligeras, sino que también corría con el corazón cuando sus extremidades inferiores pedían clemencia.

Con dolor, garra, agotamiento y convicción, Coco cruzó el arco de llegada y su nombre se inscribió directo en los libros del olimpismo argentino. Unos minutos más tarde aparecía Joaquín Arbe, que a pesar de sufrir la carrera desde el kilómetro 25 supo aferrarse a su lugar en la competencia e incluso pasar 12 atletas que sucumbieron bajo el clima de Sapporo, para ubicarse con 2h21m15s, en la 53º posición. Para ponerlo en perspectiva: de los tres argentinos que corrieron la maratón en Río 2016, el mejor clasificado fue Mariano Mastromarino, en la misma posición: 53°.

“Lo de Muñoz fue superlativo”, opinó Javier Carriqueo, récord argentino de 3000 metros y dos veces olímpico. “Superó a 32 atletas con mejor marca que él”, analizó el atleta neuquino, que amplió: “De los dos, Muñoz pudo competir en diciembre y eso quizás haya ayudado a mantenerse en forma. En cambio, Arbe no se medía desde hace más de año y medio a causa de la pandemia. El resultado de él también es bueno, si tenemos en cuenta las dificultades que atravesaron y el clima con el que se corrió, pero lo de Muñoz es excelente”.

Al cruzar el arco de llegada en Sapporo, Coco mostró sus palmas al cielo, agradeció a Dios y se hizo la señal de la cruz. Acababa de escribir una página más de la gloriosa historia argentina en el maratón olímpico,

Por Gastón Saiz - La Nación Deportes em Sapporo Japón

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