Él me dijo que quería escribirle una carta a los doctores, no pueden temerle a esta etapa de la vida (porque la muerte también es una etapa). No pudo hacerlo, lamentablemente, porque las dificultades físicas lo alcanzaron antes de lo que él esperaba.

Creo que como paciente, como familia, hemos encontrado todo tipo de caras en el sistema de salud. El amor altruista del personal de enfermería. En la guardia siempre supieron encontrar las palabras necesarias de aliento que necesitábamos. En la sala de internación, sin palabras… ellos sostienen una de las áreas más intensas. El trabajo ahí nunca para, y sin médicos presentes en el piso contienen tanto con afecto como con ideas mágicas que te solucionan el malestar.

Hubo médicos que recibieron a papá de la mejor manera, entendiendo la etapa del cáncer que lo atravesaba, escuchándolo una y otra vez para focalizar la razón de sus dolores intensos que nada calmaba. Como también los hubo, que le hacían  preguntas de rutina sin escuchar su respuesta. Donde la formalidad o desapego los tornaba una especie de monolito inalcanzable. Quienes decidían el tratamiento según protocolo, que no llevaba a solucionar lo único que papá les pedía, alivio del dolor.

Lo malo de esto, es el sistema de salud. Un sistema informatizado que se supone debe agilizar la consulta. Tan sistematizado que ha desterrado la tan confiable comunicación oral. 

Increíble que no se hablen entre médicos de diferentes especialidades para contemplar y acordar (creo que ahí está el problema) cuál es la mejor acción a tener en cuenta con cada paciente. El choque de egos ha llevado a desmembrar al paciente por especialidad médica.

Cada uno resuelve su parte, sin tener en cuenta cómo afecta a otra parte/especialidad.

Cuánto mayor complejidad tiene la enfermedad a tratar, más difícil se vuelve contemplar al paciente como un todo. Como una persona. Como un sistema perfectamente organizado, que ante un desbalance en un lado, se desequilibra otro. Ni siquiera quiero mencionar la fragilidad de la salud mental ante estas situaciones.

En estos días recibimos mucho amor a pesar de las circunstancias. Nos ahogamos en lágrimas. Tristeza, alegría, orgullo. Nuestro viejo nos hizo sentir muy orgullosos de llevar su apellido. De dejar su legado de trabajo, honestidad y solidaridad. Nos llenó de felicidad cada vez que pudo. Adoptó hijos del corazón con cada charla que tuvo con nuestros amigos. Y aun en sus últimos días siguió aconsejándonos. Siempre dio todo por el otro. 

Por eso quiso aconsejar a los médicos también. No todo tiene cura. La gente se muere, de diferentes formas. Y eso no significa que haya que abandonar al paciente. Hay que acompañarlo, escucharlo, dejar de lado el discurso aprendido para momentos difíciles. Dejar de lado al paciente como objeto de estudio y empezar a verlo como una persona igual a uno. La empatía se perdió en algunos profesionales, y eso fue lo que nos ha llevado a hablar de "hospitales humanizados" hoy en día. 

¿En serio se usan esas palabras? ¿Realmente hay que humanizar al hospital? O acaso, ¿es el médico quien tiene que humanizarse? Darse cuenta de que ellos son personas también, no dioses. Y que está bien sentir. Al fin y al cabo, eso es lo que nos hace humanos.

Una vez que aceptamos la finitud de nuestras vidas, y vemos todo lo que se logra a pesar de que hay trabas y malas rachas, ahí entendemos todo. La vida es ahora, la felicidad es una constante decisión diaria. Y los pacientes/personas necesitan ser tratados por un igual, alguien que entienda su dolor. A veces, solo necesitan ser escuchados y comprendidos. No necesitan respuestas ya. Porque a veces, no hay respuestas…o la respuesta está en acompañar

 *Iris Vonscheidt, es una de las hijas de Héctor Oscar Vonscheidt, fallecido en el El Calafate el 2 de julio pasado.