CARTAS ORGÁNICAS: RESIDENTES EXTRANJEROS
En las ciudades donde hay Carta Orgánica la participación ciudadana es mas, lamentablemente en Santa Cruz ninguna ciudad aún la tiene. Los "extranjeros" también son partes activas de nuestras comunidades. Por Alejandro Rojo Vivot - Escritor.
“(2011) Jamás hubo semejante posibilidad de conocimiento y semejante probabilidad de oscurantismo”.
Boris Ryback
En Argentina, salvo alguna restricción provincial, las ciudades que aprobaron sus respectivas cartas orgánicas tienen autonomía plena para todos los asuntos locales.
No obstante lo antedicho, los santacruceños continúan sin ejercer este derecho establecido en esa Jurisdicción desde 1957; falta poco para que hayan pasado 70 años y el silencio continúa.
Más allá de los truncos intentos del entonces Intendente de Río Gallegos, (UCR) Héctor (Pirincho) Alberto Roquel (1949- 2018) y algunos otros esbozos casi siempre meramente declamativos, el abismo institucional se acrecienta según pasan las distintas gestiones.
Las cartas orgánicas poseen la posibilidad de determinar, por ejemplo, el derecho a votar y ser elegido para integrar el Concejo Deliberante a los extranjeros residentes que cumplan algunos requisitos específicos.
Mientras tanto, durante varios quinquenios, algunos aprovechan manteniéndose en el poder financiados por los contribuyente.
ADEMÁS
Como pocas, la categoría extranjero es absolutamente relativa; todo ser humano en algún momento puede ingresar y egresar a la misma.
Hay poblaciones que desayunan como nativos, trabajan todo el día como extranjeros y cenan otra vez como nativos; otros, nunca vuelven al status de local pues difícilmente podrían retornar a su tierra ancestral por guerras, tiranías, hambrunas y mil aberraciones más de los más dispares signos ideológicos.
¿Quién es más extranjero: el que se arraiga a su nuevo lugar de pertenencia y contribuye positivamente a su desarrollo con el de su comunidad o el oriundo que vive pensando y actuando por intereses que repercuten negativamente entre sus coterráneos?
Cabe recordar que el siglo III a.C. los romanos habían establecido el derecho de gentes (ius gentium) de los que podían participar también los extranjeros (peregrinis), generalizándose rápidamente su cumplimiento que les fue necesario crear un magistrado especializado: Preator Peregrinus; la globalización ya estaba en marcha.
Los prejuicios referidos a los extranjeros es una cuestión sumamente grave y bien conocida aunque, frecuentemente, poco exteriorizada y menos reflexionada en muy diversos ámbitos, inclusive los educativos, entre los magistrados, los medios de comunicación social, los cuerpos deliberativos como los parlamentos, etcétera.
Los esfuerzos por contrarrestarlos son muchos con muy dispares resultados. Notemos una lectura destinada a alumnos de segundo grado editado en 1930:
AVANZANDO
Quizá uno de los términos más claros en cuanto a la carga de contenido negativo en relación a los extranjeros es bárbaro: “(del griego, extranjero). Adj. Se dice del individuo de cualquiera de los pueblos que desde el siglo V invadieron el Imperio romano y se fueron extendiendo por la mayor parte de Europa. (…) 3. Fiero, cruel. (…). 5. Inculto, grosero, tosco. (…)”. (2)
Pero también es clave dejar claramente asentado que la imagen de uno mismo es el producto de la construcción de, por un lado, como nos manifestamos públicamente en cada contexto donde nos desenvolvemos y, por el otro, de cómo somos percibidos por los demás. A veces el resultado dista en mucho de lo como en realidad somos: a veces la timidez es comprendida como arrogancia o desinterés, alguna característica peculiar en la vestimenta es interpretada como intento de llamar la atención o rebeldía, etcétera.
Otra cuestión a tener muy en cuenta es la muy frecuente generalización donde tendemos a constituir atributos y endilgárselos férreamente a grupos determinados: parece un intelectual por cómo se viste, no puede ser centroamericano ya que no usa guayabera, cómo va a ser boliviano si es rubio, etcétera.
A veces, las expresiones estereotipadas son repetidas sin ninguna reflexión ni midiendo las consecuencias de las mismas: los extranjeros vienen a robarnos el trabajo, cuando vamos a su país no nos tratan igual que nosotros a ellos y tantos otros ejemplos que podríamos presentar.
Y son muchos los términos que empleamos para señalar a quienes nacieron en otras tierras: desplazado, emigrante, exilado, extranjero, extraño, foráneo, forastero, inmigrante, refugiado, etcétera. Recordemos que nadie elige donde nació pero sí puede elegir dónde vivir.
Cabe tener presente que, a veces, los extranjeros son invasores como, por caso, el español Hernán Cortés que, en tiempos del Venerado Orador del Único Mundo Motecuzoma, fue confundido por los aztecas como la encarnación de quetzalcóatl (serpiente emplumada), ya que también era un hombre barbado y blanco, pudiendo así diezmar a la población de lo que fue denominada Nueva España y hoy México.
Pero la mayoría de los extranjeros se establecen al amparo de la Constitución de Argentina que alienta su radicación.
NOTAS Y REFERENCIAS
Alejandro Rojo Vivot fue invitado en varias oportunidades a exponer sobre los residentes extranjeros y las cartas orgánicas.
1) Mazzanti, José. Alegría. Editorial Moly & Lasserre. Quinta edición. Página 23. Buenos Aires, Argentina. Sin fecha de impresión.
2) Real Academia Española. Diccionario de la Lengua Española. Vigésima segunda edición. Página 288. Buenos Aires, Argentina. Noviembre de 2002.
Por Alejandro Rojo Vivot - Escritor
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